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El declive del Rio Paraná.

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Mensaje por Manuel1870 27/09/12, 04:08 pm

Amigos les dejo este relato que encontre en una pagina interesante:
2012EL DECLIVE DEL RÍO PARANÁ (y II)
En los años setenta, un surubí podía llegar a pesar ciento cuarenta kilos. Hoy, en ningún rincón del Paraná (y es un río de 2570 km que atraviesa Brasil, Paraguay y Argentina) se oye a los pescadores hablar de surubíes. Ahora les dicen `cachorros´: así de chiquitos son los que se sacan. En esta segunda parte del reportaje realizado por Alejandra Cukar y Toni Arnau, seguimos acompañando al pescador Humberto en su relato sobre lo que está pasando en el séptimo río más largo del planeta.



En los años setenta, un surubí podía llegar a pesar ciento cuarenta kilos. Ahora, en ningún rincón del Paraná (y es un río de 2570 km que atraviesa Brasil, Paraguay y Argentina) se oye a los pescadores hablar de surubíes. Ahora les dicen “cachorros”: así de chiquitos son los que se sacan. Humberto explica que también desaparecieron los pacúes, “lo más exquisito de pez de río para la parrilla”. Los grandes dorados, de quince o veinte kilos, ya no deben ni existir.

Él lo ha visto en sus redes. Norberto Oldani, especialista en ecología de peces del río Paraná, investigador del CONICET en Santa Fe, aporta los números: “Según nuestros modelos estadísticos, un pescador que en el 77 sacaba sesenta y un pescados por día, en el 2002 sacaba veintiuno, aunque en la realidad sacan mucho menos, porque no cuentan con todas las artes de pesca que consideramos en el estudio. La conclusión es que sacan tres veces menos que antes”.

El río da tres veces menos que antes.

El paisaje de visera, ropa vieja y botas de goma de Los Arenales se rompe seguido. Pasa cada vez que vienen los acopiadores. A las ocho de la mañana llega el primero. Se baja del camión con sus jeans planchados, su suéter escote en V amarillo patito, su camisa a cuadros y sus zapatos lustrados. Viene a recoger la pesca de la noche anterior y seguro que un rato antes lo llamó algún pescador para avisarle de que hoy sí, hoy va a tener para vender. El acopiador hace un gran negocio.

—El acopiador te paga poco. Gana como vos, pero él no tuvo que pasar despierto toda la noche, no anduvo remando ni cinchando espineles. Simplemente vino y puso la camioneta, y ni siquiera se toma el trabajo de carnear el pescado y acarrearlo para subirlo a su camioneta. Ni siquiera lo cuelga de la balanza.

Humberto está seguro de que esas balanzas, además, ya vienen amañadas: cuando pesan diez kilos, deberían ser doce.

El acopiador está incómodo: debe de ser porque tiene los zapatos lustrados metidos en el barro, o porque sabe que nadie lo mira con confianza. Se acerca al fuego, todavía vivo, donde los pescadores siguen haciendo cola para pescar. Él tiene el poder: decide qué compra, a quién, por cuánto; ellos apenas tienen los pescados. Hay risas nerviosas; se conocen desde hace tiempo, se saben las mañas, las tretas, las pequeñas estafas.

El kilo de manduvé —pongamos por caso— se puede vender a ocho o diez pesos a un particular, a cualquiera que lo compre directamente para llevárselo a su casa. Pero el acopiador no va a pagar más de cuatro pesos el kilo.
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—El acopiador te roba. Hay pescadores que tienen canoas viejas, de diez o doce años. Capaz que tardan un año para juntar el dinero para hacer otra canoa. Y estos señores vienen primero con una bicicleta o una motito, y al año ya tienen una camioneta cero kilómetro. Y a lo sumo la usan dos años, la venden y se compran algo más grande. Y se hacen su señora casa, renuevan sus capitales, y nosotros seguimos viviendo así.

Así. La casa de Humberto es la única pegada al río. Vivir ahí es igual que vivir en un bote, sin el movimiento pero casi con el mismo riesgo de ahogarse. Desde adentro, se escucha el ruido de los remos, del agua pegando en la madera, de las carretillas que van y vienen con pescado. Molestan los motores de las barcazas que pasan a lo lejos transportando soja, las charlas de los que esperan su turno para la cancha. Se siente la humedad muy adentro, penetrando. Se respira el humo de las fogatas. Pero a Humberto le gusta, es su arrullo personal. Si esta noche cuando se acueste no escucha esos ruidos, seguro se va a despertar sobresaltado, pensando que a alguno de los compañeros se lo tragó el río.

La cama donde duerme es chiquita, de colchón hundido y mantas viejas. El rancho es clásico: chapa acanalada de pared, chapa acanalada de techo y suelo de bolsas de arena. Pero adentro… adentro es un prodigio de orden.

—Pasá, pasá, a ver si me podés dar algún consejo de decoración para ordenar mejor.

Humberto se ríe porque sabe que es imposible. En un espacio de tres por dos ya caben la cama y la cocina (con su garrafa de gas), las ollas, la comida, la ropa, las botas, artes de pesca, los cuadernos, los cigarrillos, su vida, todo en unos estantes viejos y bien acomodado en cajas de cartón o telgopor. Aquí casi todo ya fue alguna vez basura. Afuera hay una ducha: una lata grande colgada a un poste, donde tira el agua que calienta en la hornalla. El baño es incierto.

Los peces empezaron a escasear feo hace una década y siguen a la baja. La cosa fluctúa, varía, y hay épocas mejores que otras (este año, por caso, mejoró porque llegó El Niño y trajo crecidas y peces), pero la tendencia tiene mala pinta, y una golondrina, se sabe, no hace verano. ¿Qué le pasó a la pesca en el Paraná, el séptimo río más importante del mundo, la segunda cuenca de Sudamérica después del Amazonas? Muchas cosas: algunas están más documentadas —tienen más consenso— que otras, pero todas aportan lo suyo.

En un recuento no pueden faltar las dos estrellas de las transformaciones que sufrió el río: la construcción de represas hidroeléctricas (sobre todo Yacyretá, entre Corrientes y Misiones) y el boom de frigoríficos exportadores instalados en el sur de Entre Ríos y Santa Fe desde los noventa. Hay más, por supuesto: el uso de las islas para ganadería intensiva, el puente que une Rosario y Victoria, la privatización de las costas, la hidrovía (fundamental para la exportación de soja), o los contaminantes de siempre: las plantas de celulosa, las petroquímicas, los cordones industriales.

El problema empieza aguas arriba, en el límite entre Corrientes y Misiones, donde está Yacyretá: la última —por ahora— de las represas hidroeléctricas que jalonan toda la cuenca, desde Brasil. Dice Oldani que los peces más importantes del Paraná migraban, cuando podían, hasta mil kilómetros hacia el norte solo para desovar. Antes iban hasta Itaipú (entre Brasil y Paraguay) y ahí se reproducían. Vino la represa, les cerró el paso y perdieron ciento setenta kilómetros: como tenían dos mil, no pasó nada. Pero vino Yacyretá y se quedaron sin otros quinientos kilómetros. En definitiva, los peces perdieron el 45 % de la mejor área de reproducción. Era un área de aguas profundas, con muchos estímulos, caudalosa. “Irreparable”, dice Oldani. En Yacyretá pusieron a funcionar un sistema de ascensores para peces. Una idea genial, si funcionara bien: subiría a los peces y los pasaría al otro lado de la represa, para que pudieran seguir yendo hacia el norte, hacia donde ponen sus huevos. En Yacyretá dicen que funciona estupendamente; Oldani, que trabajó como asesor para ellos, dice que no.

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—Nunca les pude hacer entender que a los peces los tenés que pasar con agua hacia arriba: los tipos les sacan el agua en los ascensores, los suben sin agua. Y la mitad de los peces que suben, vuelven por la turbina, y es peor, porque son como licuadoras de pescado.

Así que en el Alto Paraná tenemos una licuadora de pescado y una barrera de hormigón. Y a pesar de eso, sigue habiendo pesca, porque hay peces y hay pescadores. Y ninguno, por ahora, está en peligro de extinción.

—¿Por qué se considera que el sector pesquero está en crisis, entonces?

—Porque hay cada vez menos peces. Porque entre 1976 y 2003 hubo una reducción de la talla media de quince centímetros, sumando todas las especies. Porque nos estamos quedando sin reproductores de surubí, y dorado hay cada vez menos. Por eso estamos en crisis. Porque hace cuatro años sacaron cuarenta y cinco mil toneladas y ahora sacaron diecisiete mil, y el año que viene van a sacar menos.

Norberto Oldani está hablando del estado actual de las especies, y de las toneladas que extraen los frigoríficos exportadores, los malos más malos de la película. Sacan sobre todo sábalo, la especie emblemática. Sí, es cierto que no es un pescado que en Argentina se coma mucho, pero es el que más se exporta después de la merluza (sobre todo a Colombia, y también a Brasil, Paraguay, Bolivia, Nigeria), y es la base de la cadena alimentaria de casi todos los demás peces de río. O sea, que si los sábalos del Paraná siguen bajando la talla, todos van a seguir su camino.

Hoy Humberto se levantó temprano. Los chanchos del terreno de al lado gritan desde hace rato y los caballos siguen comiéndole los tirantes del rancho, como si fueran ricos. Hoy no toca pesca, hoy toca trabajar con los turistas. Desamarra “Chiche Franco”, carga provisiones (agua caliente, yerba, azúcar) y acomoda su cofre de imprescindibles: una caja de telgopor con el tabaco, el encendedor, un espejo, un peine, su libreta, una birome. Sale y llega al muelle nuevo donde está Baqueanos del Río, esa ONG/cooperativa/tabla de salvación que se inventaron unos pescadores cuando vieron que lo de la pesca estaba complicado.

En el muelle esperan dos familias para cruzar al islote que está justo enfrente, el Curupí. Están tentados con ver un poco más de verde, un poco más de pájaros, un poco menos de cemento. Son turistas. Un grupo cruza en una embarcación plana, con sombra, que los baqueanos todavía están pagando. Los demás se suben a una lancha que comanda Humberto. Él arranca con los chistes cordobeses: guasos, risa fácil.

En el islote, el trabajo es pan comido. Hay que saber hablar, y Humberto sabe, igual que el otro guía. Llevan a chicos y grandes por un sendero de arena y puentes, les cuentan qué pasó con el río, qué pasó con los pescadores.

El grupo parece concienciado: pisan todo como si caminaran sobre huevos, tienen cara de solidarizarse.

—¿Es más rentable trabajar con el turismo que salir a pescar?

—Todavía el turismo no es para nosotros una alternativa, no nos da para decir que tenemos un trabajo permanente, ni que vamos a mantener a nuestras familias. Tenemos que alternar una cosa con la otra.

Eso: la alternancia. Hoy no hubo pesca. Igual, es hora de comer. Los Baqueanos prenden el fuego y ponen la parrilla. De menú, choripán.

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Manuel1870
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Mensaje por tinchooo 27/09/12, 05:16 pm

la carga de cañas, las redes de grandes empresas y acomodados, y las poblaciones costeras hacen estragos en todas las costas argentinas..

excelente nota manu, no la habia visto!
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Mensaje por HERNAN 28/09/12, 09:51 am

Yo nunca en mi vida vi más depredación y falta de controles (directamente no los hay) que en Santa Fe, literalmente tenés que ir haciendo zig zag para esquivar redes (mayas), tachos, espineles, ni que hablar de que todo lo que pesca la gran mayoría, no es devuelto, inclusive matan los peces y dejan tirado en la orilla. Ahora de algo si estoy seguro, en Corrientes los controles son mucho más estrictos y nunca vi una red ni espinel, seguramente los hay pero no estan tan a la vista como en Santa Fe. De 3 veces que voy a Corrientes, 2 seguro nos controlan carnet y piezas capturadas, tanto en la ruta como en el agua. Acá en Cba, en más de 30 años que pesco, una sola vez me pidieron el carnet, una verguenza.
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Mensaje por andresvw 28/09/12, 03:00 pm

excelente el relato! desde ayer q lo empeze a leer hasta hoy q lo pude terminar no puedo estar mas de acuerdo una verdadera pena
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Mensaje por Manuel1870 28/09/12, 03:08 pm

HERNAN escribió:Yo nunca en mi vida vi más depredación y falta de controles (directamente no los hay) que en Santa Fe, literalmente tenés que ir haciendo zig zag para esquivar redes (mayas), tachos, espineles, ni que hablar de que todo lo que pesca la gran mayoría, no es devuelto, inclusive matan los peces y dejan tirado en la orilla. Ahora de algo si estoy seguro, en Corrientes los controles son mucho más estrictos y nunca vi una red ni espinel, seguramente los hay pero no estan tan a la vista como en Santa Fe. De 3 veces que voy a Corrientes, 2 seguro nos controlan carnet y piezas capturadas, tanto en la ruta como en el agua. Acá en Cba, en más de 30 años que pesco, una sola vez me pidieron el carnet, una verguenza.

Hernan, estoy totalmente de acuerdo con vos, yo el pasado fin de semana estuve en Santa Fe, pesque un dia de costa y otro embarcado, embarcado estaba absolutamente repleto de espineles para donde vos mires, de costa habia casi todas las especies que viven en el parana muertas y lo peor es que estaban enteras quien sabe quien puede hacer semejante boludes, desde lenguados de rio hasta doraditos de 1 kg realmente horrible
Manuel1870
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Mensaje por Rubén Marcelo Ferreyra 28/09/12, 08:15 pm

El relato inicial es rigurosamente real. Me toca verlo y vivirlo todos los días porque los padres de mis alumnos son esos mismos pescadores que describe. Si no hay pescado no hay plata, si hay abunda , baja el precio y ni conviene salir a pescar porque no cubren el costo del combustible del motor.
El tema es así: si no hay pescado e cagan de hambre porque no hay pescado, si hay mucho pescadom se cagan de hambre porque no vale nada. Al final siempre se joden, víctimas de un sistema de comercialización perverso.
Hubo varios intentos de formar cooperativas pero, como es gente de cultura relativa, terminan siendo los "palanqueros" (así se llaman estos personajes de m----- que levantan el pescado en la costa) los que se les infiltran y terminan manejándoles la cooperativa para destruirla. En cuanto al comentario sobre los controles en Santa Fe, es perfectamente exacto: NO SE CONTROLA NADA. Esta provincia es tierra de nadie y, lamentable mente, no solo en lom referente a pesca. La inseguridad es terrible.
Rubén Marcelo Ferreyra
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Mensaje por HERNAN 28/09/12, 09:27 pm

Asi es Rubén. Pero ojo, yo no estoy en contro de las personas que pescan para vender y viven al día, ellos hacen eso hace años. Yo critico a los pescadores que tienen otros ingresos y tambien van con redes y espineles para tener mas guita. Tambien critico a los bolu.... que van con caña y matan todo porque si.
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